domingo, 9 de enero de 2011

Amanecer del mundo


Desde el principio del tiempo el sol nace
para todos, hombres y bestias.
Y la inmóvil arenilla de las playas,
como yo mismo,
se alegra al amanecer.

Dichosa esta paz dulce que me brota del alma
si logro por un instante olvidarme
de los hombres
y de mí mismo.

Sopla un suave viento del sur apenas frío
sobre la vieja corteza de estos viejos
tejidos
endurecidos por el silencio.

Es un aire suave de alimañas dormidas
bajo la luz de Dios
en el amanecer del mundo,
y de antiguas cisternas tan claras como espejos,
y tan inmóviles
en las entrañas de la tierra


 Yo te bendigo, hermosa paz,
tan parecida al sueño de los ángeles.

Yo te recibo, hermosa paz.

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