Mansamente desciendes, lluvia amiga,
sobre mi corazón en duermevela,
y esa tierna fluencia me desvela
la conciencia, aliviando su fatiga.
Todo bulle, se exalta y se prodiga
por tu virtud; mi corazón anhela
esta embriaguez lustral que me revela
el gozo y la constancia de la espiga.
Vengo de arduos caminos y quimeras,
de un dolor de mil años y la oscura
certeza de encontrar, al fin de esperas
incontables, un rostro, una figura
que me alivie el cansancio de ser hombre,
alguien que me revele y que me nombre.
Hermoso...
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